(Por el área de géneros de la Juventud Rebelde 20 de Diciembre en el ALBA de los Movimientos Sociales)
“La violencia es el arma por excelencia del patriarcado. Ni la religión, ni la
educación, ni las leyes, ni las costumbres, ni ningún otro
mecanismo habría conseguido la sumisión histórica de las
mujeres, si todo ello no hubiese sido reforzado por la violencia”[1]
“Nada es pasión en el femicidio, basta de violencia contra las mujeres!”
La situación de las mujeres en América Latina está históricamente atravesada por un proceso de desigualdad y opresión de género. En la actualidad la militarización del continente en manos del imperialismo, ha llevado a que miles de mujeres sean utilizadas como botín de guerra, como elementos sobre los cuales ejercer ajusticiamiento dejando marcas imborrables sobre los cuerpos, convirtiéndolas en objetos para la satisfacción de las necesidades de “amos y señores”.
El número de violaciones aumenta año a año en el continente, así como también los casos de femicidio, y de desaparición de mujeres víctimas de las redes de trata para la prostitución. Todos estos casos de violencia hacia las mujeres tienen un mismo trasfondo político- económico estructural, que está constituido por el hecho de la existencia del sistema patriarcal (que abarca la opresión en el trabajo, la prostitución, las agresiones, la violación, la imposición de la heterosexualidad, las políticas de natalidad, las torturas específicas durante las dictaduras militares, la trata de mujeres para la prostitución, etc) que explota a las mujeres, y condiciona a los hombres, unido simbióticamente al sistema capitalista duplicando sus efectos y haciendo mas fuertes sus mecanismos de dominación. De este modo capitalismo y patriarcado actúan juntos, y la violencia de género, y su caso mas extremo el femicidio forman parte de este entramado, cumpliendo una función especial de normalización y refuerzo de la dominación. Es necesario entender la violencia de género como una cuestión política y dar la lucha en este sentido, es necesario romper con los patrones de naturalización de la violencia.
“Juro amarte y protegerte hasta que la muerte nos separe”
En nuestro país, así como en gran parte de América Latina los femicidios son tratados en los medios de comunicación así como en la sociedad en general como casos de violencia pasional, comúnmente denominados “crímenes pasionales”. Podría pensarse que esta caracterización puede ser el resultado directo de la aplicación del “sentido común”, ya que la mayor parte de los femicidios son producidos en el ámbito privado por hombres en relación conyugal con las victimas. Sin embargo, la utilización de este adjetivo y no otro, se debe a razones políticas, ya que decir crímenes pasionales oculta los verdaderos motivos. “el calificativo de pasional colocado junto al de crimen lleva a nuestro cerebro a pensar en la pasión con mayor fuerza que en el crimen”[2] así el lenguaje del poder perpetúa la violencia sin castigo, no la problematiza, no la cuestiona.
La utilización del adjetivo “pasional” en los medios de comunicación alienta y exculpa la violencia hacia las mujeres, siguiendo a Lucia Sabté, si se mata por pasión el hecho es mas tolerable para la sociedad en general, así la necesidad de luchar porque esta violencia termine se desdibuja en tanto es limitada al ámbito privado y en cuanto no existe una ley que pene a los golpeadores. Por otra parte al no problematizarlo, al no
cuestionarlo, lo naturaliza. Un claro ejemplo es el trato que dieron los medios al caso. Los femicidios son tratados como crímenes pasionales, como hechos cometidos en un ataque de intenso amor. Sin embargo existe una responsabilidad social y política sobre estos incidentes. El femicidio es “la muerte violenta de mujeres (asesinato, homicidio o parricidio), por el hecho de ser mujeres”. Constituye la mayor violación a los derechos humanos de las mujeres y el más grave delito de violencia contra las mujeres. Diana Russell, lo define como “el asesinato de mujeres por hombres, por ser mujeres”, un hecho que “está en el extremo final del “continuum” del terror contra las mujeres, el cual incluye una gran variedad de abusos verbales y físicos, que hacen a la dominación del sistema patriarcal.
Violencia contra las mujeres: una violencia histórica y política.
La violencia tanto física como psíquica contra la mujer se nos suele presentar como algo natural en los medios de comunicación, así como en distintos ámbitos de vida y trabajo. En la mayoría de los casos se nos responsabiliza de ser las causantes o provocadoras de los hechos violentos que contra nosotras se cometen.
El femicidio es “el asesinato masivo de mujeres cometido por hombres desde su superioridad de grupo; tiene que ver con los motivos, con las heridas que se infligen en el cuerpo de la mujer y con circunstancias sociales que imperan en ese momento; para que se dé, tiene que haber una complacencia de autoridades, personas e instituciones que están en el poder, llamémosle poder político, económico y social”. De allí que se considera que “el femicidio es la forma más extrema de violencia de género, entendida ésta como la violencia ejercida por los hombres contra las mujeres en su deseo de obtener poder, dominación o control. Incluye los asesinatos producidos por la violencia intrafamiliar y la violencia sexual”.
Ana Leticia Aguilar agrega que “el femicidio está vinculado a las relaciones de inequidad y exclusión que viven las mujeres en la sociedad y que se manifiesta en un contexto de violencia sexista”; además, lo ve como “un fenómeno histórico, de orden social, que ocurre para perpetuar el poder masculino en las sociedades patriarcales” en el marco de “relaciones de poder opresivas entre hombres y mujeres”, agregando que el contexto apunta a que las víctimas viven en pobreza y exclusión social, a lo que se suman sus preferencias sexuales u otra conducta socialmente no aceptada. Su efecto inmediato es la paralización de la oposición de las mujeres al sexismo, por lo cual se podría decir que “tiene la función final de controlar, disciplinar y castigar; desde el momento en que ocurre la ejecución de una mujer, hasta el tratamiento posterior por los medios de comunicación y los organismos encargados de impartir justicia.” En tal sentido, el femicidio resignifica, según Aguilar, la opresión y subordinación femeninas al culpar a aquellas que transgreden la norma que impone un modo de ser mujer y aplicarles la pena de muerte, sujetando al resto mediante el temor.
La utilización del término “crimen pasional” es una construcción social del patriarcado para defender sus privilegios y ocultar los resortes culturales y sociales de la violencia hacia las mujeres. La violencia de género es la máxima expresión de poder que los varones pretenden mantener sobre las mujeres. De este modo el lenguaje de los medios masivos de comunicación es el lenguaje del poder.
Argentina:
Argentina no es un caso aislado de este contexto general, también en nuestro país han aumentado los casos de femicidio, en lo que va del 2011 se ha producido un femicidio por semana, sin tener en cuenta los casos que no son mediatizados. Durante el año anterior se produjeron en nuestro país 226 femicidios, de los cuales el 72% fueron realizados en Buenos Aires. El 67% de los casos fueron perpetrados por esposos, parejas, novios y ex.[3] La actual ley contra la violencia no imputa al agresor a menos que se haya producido la muerte de la víctima. De este modo una mujer puede ser golpeada toda su vida sin que el agresor sea castigado, así en la mayoría de los casos de femicidio en nuestro país se constaron denuncias previas. Esto último demuestra la necesidad de reglamentación de la nueva ley 26. 485, una ley que no se aplica es una ley inexistente.
Durante la primer semana de este nuevo año hemos presenciado en nuestro país tres femicidios, la resolución de esta problemática es de carácter urgente. El trato que los medios dan a estos hechos desdibujan el carácter social y cultural que se encuentra detrás de ellos. El mas claro ejemplo es el trato que dieron los medios al famoso caso de Wanda Tadei, novia del baterista del grupo Callejeros, quien mato a su pareja incinerandola, produciendole quemaduras en el 60% de su cuerpo. En primer lugar y como punto de partida se lo trata como un caso mas de “crimen pasional”, por otra parte la masiva difusión se produjo por ser el supuesto perpetrador una persona famosa, de otro modo el caso hubiera pasado desapercibido para los medios argentinos gustosos de casos amarillistas. En ningún momento se cuestionaron las causas subyacentes al caso, se trataba de un exceso de amor. A partir de este hecho, la incineración de Wanda Tadei, se ha puesto de moda la incineración de mujeres, desde este caso se han producido mas de cinco casos mas de incineración de mujeres por parte de sus parejas, los medios no solo no cuestionan el problema sino que además imponen modas, no solo de la estética femenina y el comportamiento adecuado de la mujer sino que también imponen modas para seguir perpetrando violaciones a los derechos de la mujer.
¡Reglamentación de la ley 26. 485!
“Sabemos que la soberanía sobre nuestros cuerpos no puede ser contenida en un derecho legal. Que lo necesitamos es real y batallaremos por ellos mientras lo conquistamos todos los días colectivamente, construyendo poder popular.”
[1] Nuria Varela “feminismo para principiantes en: Sabté, Lucia. No son “crímenes pasionales”,
son “femicidios”
[2] Sabté, Lucia “No son “crímenes pasionales”, son “femicidios”
[3] Datos obtenidos del informe del Observatorio de la sociedad civil de femicidios en Argentina “Adriana
Marisel Zambrano”. Casa del Encuentro.